En nuestro pueblo, al igual que en toda la Mancha, la casa manchega tenía un corazón. Según el libro, "Los pueblos más bellos de España", de la editorial Readers Digest, 1983,
Cocina típica manchega del museo de Hoya Gonzalo, en Albacete. |
La casa manchega surge en torno a las actividades agropecuarias y está condicionada por el clima seco de la Meseta, por los materiales de que dispone y, lógicamente, por las ordenanzas municipales. La parte destinada a vivienda vierte a la calle anterior o principal y a un patio interior punto central de estas construcciones. Este patio se encuentra cerrado, en la parte posterior, por un cuerpo de dependencias para almacenamiento de productos del campo, aperos de labranza y cuadra; a su vez se abre a otro patio de mayores dimensiones o corral, que dispone de entrada independiente por la calle trasera a través de un gran portalón.
Casa de Alonso Quijada de Salazar, personaje real sobre el que se inspiró Don Quijote de la Mancha.Puerta falsa, por donde la fantasía quire hacer salir a Don Quijote sobre Ronicante.
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La cocina era el lugar donde se hacía vida: donde se cocinaba, se comía, se charlaba, se hablaba del tiempo en el campo, se contaban historias al orete de la lumbre, en definitiva, era el corazón de la casa. Hoy en día, la cocina se ha reducido al espacio para cocinar. En algunas casas, aún hoy se come en la cocina, pero su mudo testigo de conocedora de todo lo que pasaba en la casa lo ha cedido al moderno salón-comedor.
Normalmente, uno de los elementos que existía en cualquier cocina que se preciara era el fogón, donde se echaba la lumbre. Este fogón estaba en una esquina o rincón, y su chimenea era protagonista de toda la sala. Los inviernos crudos se hacían orilla de esa lumbre primigenia que ayudaba a sobrellevar los inviernos. Uno de los artefactos más codiciados en esa época eran los llamados calentadores, una especie de sartén que se llenaba de ascuas y servía para calentar las gélidas camas o jergones del invierno.
En esa lumbre, que se echaba todos los días siempre había un cubo de agua que se dejaba en su orilla para que nunca faltara agua caliente. El agua, por supuesto, se sacaba en muchos casos del pozo que existía en el patio, aunque había familias, quizá las más humildes, que tenían que hacer uso del pozo que existía en las dos plazas principales de nuestro pueblo, la Plaza Mayor en el barrio de abajo y la Plaza de Castilla, en el barrio de Arriba.
No existía otra forma de dar calor. Eran muy pocas las casas que contaban en ese entonces con una estufa de leña en otras habitaciones que servía como calefacción en el crudo invierno. En esa lumbre se cocinaba o se guisaba cualquier plato: no era de extrañar que en ese momento existieran elementos que han ido quedando en desuso y que sirven para adornar alguna casa moderna: trébedes, sartenes y cazos con patas, pucheros, etc...
Todos los días se echaba la lumbre; con un tocón de oliva o de carrasca y encima de ella una gavilla de sarmientos, unas cepas o unos palos de zumaque ya estaba la lumbre hecha. Y no era de extrañar que a mediodía, cuando cualquiera pasaba a la casa, un olorcillo agradable viniera de la cocina. No es menester recordar toda la cocina manchega en su extensión, pero sí podemos hablar de los guisados, los cocidos, los potajes, los caldos, las gachas, las migas ruleras, los atascaburras, etc...
En un lugar privilegiado estaba la mesa, donde todos comían. Por supuesto, todo el mundo comía en la misma fuente o sartén. Se apartaba de la lumbre, se ponía en un lugar privilegiado y toda la familia, en corro, como ahora podemos hacerlo en el campo, comían lo que hubiera. En muchos casos, el hambre hizo a nuestros antepasados preparar guisos en base a las hierbas que había en el campo: no es de extrañar guisos a base de espárragos, collejas, cardos de todo tipo, y otras más que venían de la época de escasez que se padecía a lo largo de la historia. De hecho, no es de extrañar que en muchas cocinas, cuando se entraba se viera colgadas de las vigas del techo uvas, melones, picantes, ajos, tomates, chorizos, morcillas, jamones, etc...
Antiguamente, en las vigas o en unas varas a lo largo de la cocina se colgaban frutas o carnes. http://www.deorgaz.es/articulo-quesomanchego.html |
No olvidemos tampoco la despensa como parte fundamental de la cocina, donde se guardaba el ajuar de toda novia cuando se casaba: sartenes, pucheros, perolas, cestas, cazos, y también elementos como el tocino, la cesta del pan, etc... La despensa tenía la función de guardar cacharros más grandes: la alcuza del aceite o del vino, las perolas más grandes, etc...Tampoco podemos olvidarnos de la alacena, que era una especie de armario que estaba situado en la cocina, y empotrado a cualquiera de las paredes. En ella se guardaban los utensilios propios de la cocina para cocinar como podrían ser los cucharones, los platos, los vasos, las tazas, los cazos. Quizá lo que estuviera más a mano o tuviera más uso. Según la wikipedia, la alacena
Alacena manchega |
Las alacenas comenzaron colocándose en los comedores por su proximidad a la mesa en la que se realizaban las principales comidas. Los manteles, platos y cubiertos se sacaban del mueble antes de servir la mesa y se colocaban directamente sobre la misma. A partir del siglo XVIII, pasaron a formar parte de la decoración de la cocina en donde se siguen encontrando actualmente.También, en cualquier cocina manchega que se precie estaba la banca, donde principalmente los mayores de la casa se echaban una cabezada al terminar de comer. Ahora nuestros mayores usan las butacas o sofás del salón-comedor, pero antiguamente la banca, cubierta de mantas o almohadones hacía las veces de cama, orilla de la lumbre.
La cocina, en definitiva, era el corazón de la casa. En ella se hablaba, se reía, se contaban historias a los más pequeños, se hablaba del tiempo agrícola, de las dificultades para llegar a fin de mes, en definitiva, se vivía. Según el libro de "Tradiciones y costumbres de Casas de Benítez" de Pascual Martínez Martínez, editado por el Excmo. Ayuntamiento de Casas de Benítez, Albacete, 1996:
"La vida de nuestros abuelos discurría más lenta, su mundo quedaba reducido a su casa, al campo, al pueblo y nada más, nadie leía un periódico, ni tampoco sabía lo que pasaba fuera de su pueblo; hablaban, comentaban sobre cosas juntos al fuego"
La cocina manchega forma parte de nosotros mismos. Todos, en mayor o menor medida, procedemos de aquellos antepasados que utilizaban esta habitación de la casa para hacer "vida". En ella se han contado historias, se ha enseñado a rezar, se ha educado a los niños, se ha jugado, se ha reído, se ha llorado la pérdida de una madre o un padre, se ha cocinado, se ha comido, se ha visto dormir al abuelo. La cocina manchega es el corazón de las casas manchegas, y pensando un poco en nosotros mismos, entenderíamos que muchas de nuestras vivencias se desarrollan también en la cocina, como reminiscencia de nuestros antepasados.
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