Pedazos de nuestro pueblo, pedazos de nosotros mismos. Adéntrate en este blog y descubre trocitos singulares de nuestro presente y de nuestros antepasados. Espero que te guste y espero tus comentarios al final de los artículos.

domingo, 2 de febrero de 2014

LAS NARANJILLAS

Dentro de nuestro acerbo cultural, aquel tesoro inmaterial que forma parte de nuestra identidad como pueblo, hoy hablaremos de una de las danzas que componen los machotines.

Iremos desgranando, cual cuentas de un rosario, el sentido de las danzas y bailes de nuestro pueblo. Y nada mejor que empezar con el baile que, a juicio personal, es de los más lucidos de nuestra danza y paloteo.

Tiendo a pensar que el personaje de "la portuguesilla" llegó a existir en nuestro pueblo. De ser así, probablemente, sería una mujer "ligerita de cascos", como veremos cuando analicemos el significado de esta danza. Obviamente, hablamos siempre en un plano simbólico. Aquí no había naranjos, pero sí tapias. ¿Os imagináis a alguien tirando naranjas al patio de al lado? En esa época, eran constantes los tratos con lugares como Alcoy y Alicante. Muchos de nuestros productos, como el aceite o el vino, salían hacia allá y eran vendidos con más o menos tino por comerciantes que pasaban por el pueblo y los transportaban en borricos. Y habría que suponer que de allí se trajo esta danza, con claras reminiscencias levantinas.

Atendiendo a nuestro folklore popular, las naranjillas se cantan así:

NARANJILLAS DE PORTUGUESILLAS
NARANJILLAS DE MI NARANJAL.
ARROJÁDMELAS Y ARROJÁDMELAS
Y VOLVÉDMELAS A ARROJAR
Y VOLVÉDMELAS A ARROJAR
ARROJABA LA PORTUGUESILLA
NARANJILLAS A MI NARANJAL.


Es uno de los bailes de nuestro pueblo en el que se emplea los palos que, como todos sabréis, entrechocan entre sí, y también las castañuelas. En el momento en que en la canción se canta "Y volvédmelas a arrojar", parte de los danzantes dejan sus palos y evolucionan en círculo tocando las castañuelas.

De diversas investigaciones hemos podido concluir datando esta canción alrededor de 1620. El libro en cuestión que recoge las naranjillas es el libro de Tonos Castellanos B, que perteneció al Ducado de Medinacelli y pasó, posteriormente, a manos privadas. Una de las copias de este libro se encuentra en Mallorca. El inicio de esta composición profana comienza con 

Arrojome las naranjicas 
con los ramos del blanco azahar,
arrojómelas y arrojéselas 
y volviómelas a arrojar.

Se trata de una composición enteramente profana del siglo XVI, altamente repetida en nuestra literatura del Siglo de Oro. Es anónima, aunque la evolución del cantar en aldeas, literatura de la época, etc está muy documentada, incluso en el folklore portugués. Obviamente, ha llegado a nosotros con muy pocos cambios, aunque la evolución de diversas palabras es diferente. También el sentido de esta danza puede resultarnos algo oscuro.

Sin embargo, en el contexto de la época, esta canción profana tenía un sentido muy concreto. En la literatura del Siglo de Oro, referirse a un cítrico era simbología del amor realizado, completo. Ciertamente, se trata de una metáfora del amor satisfecho, con un claro contenido sexual. Debemos recordar, como ejemplo, este poema del siglo XVI, en el que ya se hace referencia a esta simbología.

Lávanse las casadas
con agua de limones;
láveme yo, cuitada,
con penas y dolores.

Se trata de un poema de amor gozoso, en el que el autor nos cuenta su amor correspondido. Como podréis comprobar a continuación, se trata de un poema cantado, que bien podría ser cantado por nosotros cuando bailáramos las naranjillas. Su composición original era a tres voces, aunque musicalizado, ha pasado a nosotros con el lógico olvido de una tradición oral que perpetúa el original, pero que va cercenando la canción hasta reducirla a la mínima expresión.


Arrojome las naranjicas 
con los ramos del blanco azahar,
arrojómelas y arrojéselas 
y volviómelas a arrojar.

De sus manos hizo un día 
la niña tiros de amores,
y de naranjas y flores, 
balas de su artillería;
comenzó su batería 
contra mí, que la miraba;
yo las balas le tiraba 
por dalle más que tirar:
arrojómelas y arrojéselas 
y volviómelas a arrojar.

Gustó la niña del juego, 
porque el trato aviva el gusto,
y yo, que a su humor me ajusto,
más me iba abrasando en fuego;
cogiendo otras de nuevo, 
con su hermosa y blanca mano
tiraba, con pecho ufano, 
siendo divino el tirar:
arrojómelas y arrojéselas 
y volviómelas a arrojar. 







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