Pedazos de nuestro pueblo, pedazos de nosotros mismos. Adéntrate en este blog y descubre trocitos singulares de nuestro presente y de nuestros antepasados. Espero que te guste y espero tus comentarios al final de los artículos.
En nuestra región, la Mancha, no es raro ver en los antiguos corrales uno de estos arbustos que, por su tamaño, y especialmente, por sus flores, alegran el mes de abril en nuestro pueblo y en nuestra región. ¿Quién no ha olido unas lilas alguna vez? No es extraño encontrarse las tumbas de nuestros cementerios decoradas con esta flor olorosa.
El día 20 de abril, nuestros antepasados hablaban del veranillo de las lilas. Y es que en esta época se produce una subida de temperaturas que favorece el florecimiento de este arbusto. No es de extrañar que también haya refranes nombrando las lilas, como flor del mes de abril.
Aparte de otras cosas, en abril lilas y en mayo rosas.
En abril, lilas mil.
Esta planta, de la familia de las Oleaceae, igual que el olivo, crece en suelos arenosos y arcillosos, en lugares con mucha sombra, con fríos intensos, con suelos secos. Es una planta que necesita especialmente el frío en invierno para crecer. De ahí que en nuestra zona, con inviernos crudos, esta planta se haya aclimatado perfectamente.
En términos científicos, la lila tiene el nombre syringa vulgaris. Su etimología procede del griego "syrinx" (flauta), y es que su tronco y ramas se utilizaban en la antigua Grecia como instrumento para fabricar flautas. Y es que la madera de este arbusto es fina y responde bien al pulimentado.
Puede llegar a alcanzar de los 3 a los 7 metros de altura, y pasar a ser un árbol pequeño. Este arbusto también se le ha utilizado desde antiguo cercano a muros y paredes, dada su facilidad para crecer en terrenos de especial umbría. Incluso se la podría considerar una planta trepadora, porque su facilidad para crecer en espacios sombríos la hace especialmente indicada para patios y corrales.
El arbusto es de hojas caducas, lanceoladas, con el haz verde oscuro y el envés blanco lanoso. También son dentadas. Las flores pueden ser violetas, blancas o rosadas. Son pequeñas con los tubos de la corola anaranjado. Son muy atrayentes para las mariposas. El fruto es una cápsula seca, de color parduzco, de forma alargada, ovoide.
Las flores de esta planta, en infusión, se utilizaban como analgésico, para la fiebre y como anti-inflamatorio. Para ello, se cocinaba una tisana con 30 gramos de hojas y flor por cada litro de agua. También se ha utilizado desde antiguo como planta ornamental. Aunque en el siglo XVI se trajo a España, es en el siglo XIX cuando se desarrolla el interés por las flores y comienza a usarse como planta ornamental.
En nuestro pueblo, se le ha tenido mucho aprecio siempre. Los lilos de flor violeta o blanca son los más introducidos en nuestras casas, patios y cercados. Durante el mes de abril, y aunque este año se hayan adelantado, embargan de dulce olor las calles y lugares donde se encuentran. De hecho, sus flores son apreciadas por la industria del perfume por su agradable olor.
Blas de Otero, gran poeta del siglo XX español, retrata en uno de sus poemas la flor de la lila, en su libro "Las alas del lobo":
¿Cómo podríamos respirar y vivir, si el espacio no estuviese lleno de alegría y amor?
Si supieras de mi espanto. Oh flor de la lila, si tú supieras.
Si supieras de este frío que me embarga cuando pienso que no existes, del miedo que engendra entender que hasta la nada se olvida, de como tiemblan mis manos buscando las huellas marchitas de un pétalo en la nieve, o del dolor en mi pecho ahogándose en sí mismo, o del gélido ataúd que llevo a las espaldas, o de los pedazos de tumba, abierta, adheridos en mis dientes, de las uñas sucias creciendo, de mis caídas desde el fondo, de mi lengua lamiendo el barro para nada.
Si tú supieras, oh flor de la lila, si tú supieras que no hay dioses ni demonios a las puertas de mi alma, si tú lo supieras temblarías renaciendo de la nada y uniendo tu hielo al frío –horror que anidó en un sueño- arderías en mi adentro arrancándome los miedos que emponzoñan mis entrañas.
Si tú supieras que tengo, oh flor, sí, oh flor de la lila, que tengo un frío de muerte.
Es difícil describir un postre de repostería tan típico, tan nuestro... Las palabras no me vienen a la mente para describir un sabor tan contundente, dulce y a la vez tan somero y puro como el clima de nuestra Mancha.
Los rolletes de sartén son llamados así porque se emplea una sartén para su confección. Se puede decir que este ejercicio de repostería pasa por conseguir extraer los frutos de la sartén, que no es otra cosa que los rolletes fritos. Se trata de un plato económico en demasía, puesto que aunque se gaste mucho aceite, éste se utiliza para otros menesteres: freír tortas, flores, orejetas, borrachos, etc... Y además, es económico, puesto que los elementos o ingredientes no son muy caros, y con poca cantidad se pueden hacer muchos de ellos.
En muchas ocasiones, la receta, y el modo de hacer (aquello que los estadounidenses llaman el know-how), han pasado de generación en generación. Las abuelas enseñaron a las madres, y en muchas ocasiones, las madres nos enseñan a nosotros. Investigando sobre este plato típico también hemos encontrado importantes referencias en lo ancho y largo de la Mancha. Lo encontramos en pueblos de Albacete (Munera, La Roda) y Cuenca (Villanueva de la Jara, El Pedernoso, San Clemente), aunque la tradición de hacer rolletes se puede encontrar en toda España. Sin embargo, la cocina tradicional de la que hablaremos aquí la referiremos al pueblo conquense de Casas de Haro.
Teudiselio Chacón Berruga, en su libro "El habla de la Roda de la Mancha", Instituto de Estudios Albacetenses, 1981, en la página 76 los describe así:
Los rolletes son rosquillas o rollos pequeños en general, pero con muchas variedades, así: Los rolletes de Semana Santa -o de sartén- están formados de tres huevos, tres jícaras de aceite frito, tres de azucar y tres de leche, una gaseosa por cada huevo, la raspadura de una corteza de limón y media tacita de anisado. Todo esto se mezcla con harina procurando dejar la masa blanda; finalmente se forman rosquillas con la masa y se fríen en una sartén. Después de fritos se les echa azúcar por encima. No damos más nombres de variedades de rolletes porque, al igual que los rollos, se elaboran de múltiples formas y composiciones, bautizándolos muchas veces con nombres personales o conocidos en ámbitos muy estrictos, familiares, etc.
No debemos dejar de entender el sentido que tiene este dulce típico de nuestra tierra e intentar llegar al origen del mismo. Este rico postre se elaboraba en los días de Jueves Lardero, tal como se comenta del vecino pueblo conquense de La Almarcha, de los autores Nuria Sánchez García y Rubén Guillén Serrano.
De postre típico que se juntasen las vecinas esa mañana o el día de antes para hacer los rolletes de sartén que todos se comerían juntos en el campo y que hoy todavía hay madres que siguen haciendo de la forma tradicional (...)
La comida de este día se ha convertido también en una tradición, y si bien ahora ya no suele marchar al campo la familia, se sigue comiendo lo mismo en la casa; esta comida consiste en una tortilla de patatas de primer plato, de segundo chorizo, y de postre se preparan hojuelas y rolletes de sartén.
El origen de jueves lardero no tiene otro sentido que evitar la Cuaresma. En el siglo XIX había vendedores de bulas en Casas de Haro. La venta de las bulas produjo algunos problemas, puesto que cobraban mucho más de la tarifa oficial y el bulero o vendedor de bulas sacaba un sobresueldo que no le correspondía. Este oficio prácticamente está extinguido, aunque habrá ciudadanos que todavía conserven recuerdos de aquellas épocas.
Entre las condiciones de la Cuaresma estaba la de abstenerse de comer carne, y también de comer huevos y lácteos. La compra de la bula de lacticinio permitía comer huevos y leche durante la Cuaresma. Por tanto, no es de extrañar que los rolletes de sartén se cocinen para el Carnaval en algunos pueblos de Cuenca. Sin embargo, en otros, como Casas de Haro, los rolletes de sartén se cocinaban en Semana Santa, una vez pasada la Cuaresma, y guardando la abstinencia y el ayuno, dadas las crudas directrices, en Viernes Santo.
No es de extrañar que lo curioso de su amasado atrajera la atención de las más pequeñas de la casa que aprendían a cocinar y a hornear este delicioso dulce con sus abuelas y madres. Tampoco es de extrañar que vecindades enteras se reunieran ante la lumbre para cocinar los deliciosos rolletes, pero también las tortas, las orejetas, los pestiños, etc... Mientras se cocinaba para todas las casas, en una especie de comuna, en la que todas las componentes tenían un papel: preparar, amasar, cocinar, endulzar, etc... debemos retrotraernos a épocas en las que no existía estos avances.
Los rolletes de sartén se hacían en la lumbre, y las pocas pertenencias de las familias hacía que no existiera en una cocina manchega otra cosa en muchas ocasiones que una mesa o tablón grande, una silla y un fogón o chimenea, como ya hemos visto en algún otro sitio. Las tortas se hacían en una servilleta o paño que las madres y abuelas se ponían encima para amasar y darle esa textura redonda, y los rolletes se hacían como una especie de tiras que luego se unían. Hoy en día, muchas cocineras de nuestro pueblo meten el dedo en la masa y cocinan los rolletes como si fueran modernos donut; pero antiguamente, nuestras abuelas y madres cocinaban haciendo la masa una especie de palote tieso y juntándolo en sus extremos después dándole esa forma circular. Claro está que en muchas ocasiones estos rolletes salían abiertos.
Quizá una de las características principales de la cocina de este plato repostero es que es necesaria la intervención de muchas personas, como hemos dicho más arriba, y esto traía que se contaran historias, que hubiera algún vasete de vino moscatel, intercambio de recetas y, por qué no, confesiones y cotilleos varios del pueblo.
Actualmente, modernas cocinas han suplido la pericia de nuestras abuelas de conseguir freír los rolletes de sartén con la leña, y con ello ha ayudado a que este plato se haga en muchísimo menos tiempo. Pero con ello también se ha perdido la antigua predisposición al compañerismo, a reunirse en una casa y comentar historias, cuentos, cotilleos, etc...
Ahora daremos, como siempre, las indicaciones para poder cocinar este postre de repostería casera:
INGREDIENTES (Para la masa de varias raciones)
Medio vaso de azúcar
3 huevos
Vaso y medio de leche
Vaso con dos dedos de aceite
1 raspadura de naranja
1 sobre de levadura
3 sobres de gaseosa
Aproximadamente medio kg de harina (aunque buscamos que los rolletes estén trabados, por tanto, la que admita)
En primer lugar incluiremos en un bol grande el medio vaso de azúcar, los tres huevos, el vaso y medio de leche y la raspadura de naranja. Es importante que removamos bien la mezcla, puesto que posteriormente, añadiremos el aceite de oliva y puede ser que se corte el contenido con la leche.
Una vez añadido el aceite al contenido, batiremos bien a mano o a máquina para conseguir que el contenido se disuelva. Obsérvese lo líquido que aparece el contenido.
Una vez realizada esta operación, iremos añadiendo harina por tandas, a puñados, deshaciéndola a base de batir. Es importante que no quede ningún grumo en la mezcla, puesto que posteriormente, en los rolletes saldría reflejado. Seguiremos batiendo bien la mezcla; según vayamos añadiendo más y más harina, nuestra masa quedará hecha cuando veamos que haya espesado, y eso lo iremos notando conforme vayamos batiendo el contenido.
Añadiremos los sobres de levadura (hemos utilizado la marca Royal) y la gaseosa, y seguiremos amasando. La gaseosa y la levadura permitirá a nuestra masa subir cuando la echemos a la sartén. Hemos utilizado la conocida gaseosa El Tigre, que en 2015 habrá cumplido 100 años comercializando esta gaseosa en polvo que se usa ya por varias generaciones como refresco, corrector de la acidez en las comidas y como gasificante en repostería. No es de extrañar que en las antiguas tiendas de ultramarinos de nuestro pueblo, en sus expositores, se encontrara por estas fechas esta gaseosa, que se ha usado desde siempre para cocinar estos deliciosos dulces típicos de Semana Santa.
Una vez realizada esta tarea, espolvoreamos un poco de harina encima de la masa y tapamos 5 ó 10 minutos con un trapo de cocina el bol para dejar que la levadura y la gaseosa hagan su efecto y hagan subir la masa.
Después de ello, espolvoreamos harina en una mesa, tablero o lugar cercano donde vayamos a freír los rolletes, puede ser la típica mesa camilla redonda de la foto, o un tablero. Iremos realizando pequeñas, cuanto más pequeñas mejor, bolitas de masa, espolvoreándonos harina en las manos para darle mayor consistencia a la masa. Y las iremos dejando en el tablero que utilicemos.
Una vez hayamos llenado el tablero con la masa de los rolletes de sartén, añadiremos aceite de girasol en una sartén. Hay en otros lugares y casas que la realizan con aceite de oliva. El inconveniente es que este aceite es muy fuerte, con lo que el sabor del rollete es más fuerte, y también es más fácil que se quemen los rolletes. Sin embargo, se puede freír con el aceite que se quiera.
Una vez se haya llegado a una importante temperatura, mojaremos con aceite (de ahí el plato con aceite que se ve en la mesa de la fotografía de más arriba) nuestras manos, cogeremos una de las bolitas de masa, la extenderemos y le haremos el agujero, para, inmediatamente echarlas en la sartén.
Es normal que vaya haciéndose espuma, por el gasificante, en la sartén. Debemos estar pendientes para ir dando la vuelta a los rolletes, y que queden doraditos.
Una vez dada la vuelta de los rolletes, se sacan de la sartén. Antes de ello, debemos evitar que la masa de dentro quede líquida y lo de fuera dorado. En Casas de Haro se le llama a eso "tener los rolletes guacho". Por tanto, el truco es dejarlos cuanto más tiempo al fuego mejor, siendo el fuego lento el mejor para dorar los rolletes; y antes de sacar los rolletes, subirle el fuego aproximadamente 10-20 segundos, para conseguir matar el guacho. Antiguamente, con la leña, en muchas ocasiones se debía hacer gran acopio de la misma para poder cocinar estos deliciosos frutos de la sartén.
Después de sacarlos de la sartén y dejarlos reposar un minuto en un plato con una servilleta, para que suelten el aceite, llega el momento de pasarlos por un plato lleno de azúcar, para que impregnados de la misma, vayan a parar a la fuente de presentación. Ahora llega el momento de dejarlos enfriar y poder degustarlos. Hay gente que este plato típico lo acompaña con anís, con leche, con chocolate o incluso con vino moscatel. Lo importante es que este tipo de platos y tradiciones deben seguir vivas porque conforman la esencia de nuestras festividades, en especial la Semana Santa de Casas de Haro, y forman parte de nuestras abuelas, madres, hermanas e hijas.
Como en otras ocasiones, incluiremos un vídeo, esta vez del vecino pueblo de La Roda, en la que se nos cuenta cómo los obradores y panaderías del vecino pueblo, durante estas fechas, realizan un ejercicio de repostería para el turismo y los habitantes que tienen a bien comprar este manjar o fruto de sartén.
Cubo Agustinillo.
"Situado al pie de la carretera que va desde Minaya a Casas de Fernando Alonso
y que con su enorme mole de más de 7 metros de altura y potente fábrica,
enseñorea el entorno en el que se halla".
Nuestro campo forma parte de nosotros mismos y, como tal, hay que procurar cuidarlo de cualquier tipo de intrusión externa. Es uno de los pocos reductos verdes que nos quedan, uno de los sitios en los que podemos pasear, caminar, avistar aves, cazar, etc...
Dentro de nuestro espacio agrícola, Casas de Haro siempre ha destacado por una ingente cantidad de piedra. Para acercarnos a las construcciones agrícolas, debemos hacerlo siempre desde una mentalidad abierta. Manifestaciones etnoculturales, eminentemente agrícolas y ganaderas, unidas a una geografía concreta, en la que podemos encontrar piedra forman el caldo de cultivo que nos servirá para estudiar el fenómeno de los cubos.
Para ello, describiremos brevemente cómo se trata nuestro suelo en obras dedicadas a este tipo de arquitectura, de la vecina provincia de Albacete (página 18), en la que se describe el suelo que da origen a estas construcciones como
Suelos pardos calizos con horizontes de humus muy poco desarrollados. Se suelen formar sobre materiales consolidados siendo delgados y fácilmente erosionables (Sierra de Chinchilla). Los formados sobre material no consolidado, ocupan los municipios de Villarrobledo y Minaya al noroeste en una zona (...)
Cubo Huerto Hormiguero, llamado por algunos Cubo Melao.
Sin embargo, un interesante estudio redactado en el vecino pueblo de Tébar sugiere que estas manifestaciones arquitectónicas típicas surgen al albor de un incesante tráfico ganadero. La Cañada Real, que también pasa por nuestro término municipal, y, asímismo, por la zona claramente influenciada en la que vemos construcciones como los cubos, nos hace a la idea de la importancia que tienen. La reflexión que vertebra esta teoría es que servían de refugio a la trashumancia que, desde antiguo, ha pasado por nuestro municipio.
Según el estudio de Vegas Mileto-Cristini (2009),
ésta es la distribución de construcciones de piedra seca en España
Ya en época prehistórica las fuentes consultadas apuntan a la presencia de lugares ampliamente poblados interpretados como sistios estratégicos de control de territorio y de paso. Pero es sobre todo en época romana cuando se cita a esta comarca como nodo importante en el trazado de la Vía Heraclea, que comunica Cartagena con el interior de la Manchuela y los territorios del Júcar a través de Pozoamargo, Segóbriga, Ercávia y Valeria.
No obstante, es a partir de la Reconquista cuando la comarca alcanza su mayor auge económico y estratégico (...) Así es como, en 1273, bajo el reinado de Alfonso X, se crea el Concejo de la Mesta, donde se establecen tanto la red de cañadas reales, como directrices, dimensiones y características. (...)
Y así, lo consideró la Mesta, como una tesela fundamental para el trato entre ganaderos, desvío de cabezas de ganado o descanso, así lo demuestra algunos indicios como son la presencia de restos de descansaderos en las proximidades de los chozos.
En la arquitectura de la piedra seca se establece como único elemento constructivo la piedra, sin ningún tipo de únión o argamasa. Las piedras se sostienen las unas a las otras por acción de su propio peso.
Se produce una integración de las construcciones con el entorno natural, el paisaje y el campo, junto con los cubos, forman un todo. Este "todo" se llama paisaje humanizado.
Se trata siempre de una arquitectura local, foránea. Se produce específicamente en lugares en los que abunda la piedra. Es decir, sólo se suele dar en lugares en los que la piedra sea muy abundante, dado que es difícil en lugares en los que la piedra deba ser transportada.
Es un tipo de arquitectura popular -denominada por muchos como pobre-, dado que los únicos elementos constructivos son el hombre y la piedra. Normalmente, por este motivo se suele dar en zonas de secano, dada la pobreza de este suelo; y con menor representatividad en las tierras de regadío, en las que se utilizará cal y arena.
El uso de la piedra suele ser poco trabajado y, en ocasiones, la piedra está tallada muy ligeramente. Al utilizarse la piedra como sujección de la tierra, las piedras que se utilizan suelen ser pequeñas, lo que ayuda a que un solo hombre sea capaz de manejarlas. Esto nos ayuda a reflexionar sobre una técnica constructiva individual, dado que el hombre se ayuda de herramientas muy rudimentarias. Se utilizan pocas herramientas, algunas para extraer, transportar o trabajar la piedra, pero serán la técnica y la pericia del hombre aquellas herramientas que ayudarán a que un cubo se ponga en pie.
Las construcciones de piedra seca son obras, en su mayoría, de construcción anómina, dado que no suele quedar para la posteridad el autor de la construcción. En nuestro pueblo, sí conocemos la autoría de familias en la construcción del cubo, y se denominan singularmente por el nombre de aquél que lo construyó, lo que nos ayuda a conocer o a determinar en muchos casos su autoría.
Existen unas necesidades del hombre que, gracias a a estas construcciones, se resuelven: pueden ser agrícolas, de división de tierras, domesticación de animales, refugio, etc.
El medio natural se convierte en el gran elemento a partir del cual el constructor toma sus ideas. El hombre creará este tipo de construcciones, de piedra seca, a imagen de lo que ha visto en la naturaleza: la erosión que da lugar a una cueva o abrigo, un muro de piedras, etc...
Cubos de la Huerta de Mangas. Obsérvese su carácter geminado.
Con estas características, podemos incluir a nuestro cubos dentro de la arquitectura popular de la piedra seca. Y, por tanto, debemos definir el fenómeno de la arquitectura popular, empleando estas palabras, de la revista Zahora, de Albacete, en su número 53:
Cubo Antolino.
Arquitectura popular es la arquitectura que hace el pueblo. Con mayor rigor se podría decir que es la arquitectura que hacen el pueblo y el tiempo. Es el pasar anónimo de muchas gentes, con idiosincrasia común, con deseos y aspiraciones comunes, es el que ha hecho aflorar esa oculta singularidad de una colectividad social, aparentemente gregaria, que tiene, sin embargo, una acusada personalidad. Si queremos desentrañar las profundas raíces de la arquitectura popular, nos encontramos siempre con dos factores esenciales: su condición artesana de lo hecho a mano y su lenta gestación. Y son esos dos factores los que le proporcionan esa realidad de permanencia, de inmutabilidad, de intemporalidad: porque la arquitectura popular no es de antes ni de ahora, sencillamente es. Por eso de una arquitectura popular en desuso no quedan ruinas, ni menos aún ruinas gloriosas, sino un montón de escombros.
En interesantes artículos, como éste de la revista "Gigantes de la Mancha", de Campo de Criptana, se localizan otras formas de denominar a los cubos, dependiendo del lugar en que la manifestación se haya producido.
Los nombres de este tipo de construcciones cambian en algunas regiones pero no varía su sistema constructivo. En el Rosellón francés se les llama "Boris", en Navarra "Cabañeras", "Arkoak" en Euskadi, "Castros" en Galicia, en La Rioja "Casillas", en Aragón "Casetas", "Cabanes" en Cataluña, "Cacherulos" en Levante y en el resto de la Península, en general, "Chozos", con matices localistas como en La Mancha donde también se les denomina "Cubos", "Cubillos", "Cucos " y "Bombos" por sus diferentes formas.
Planta y sección de los diferentes tipos de cubos, según los diferentes tipos
Adentrémonos en su peculiar forma de construcción de los cubos. Con la división de los nuevos entes provinciales de Javier del Burgo en 1833, y con nuestra asunción como pueblo en 1836, se produce en fechas sucesivas la desamortización de Madoz (1855) crea la división agraria posterior. Durante esos años, grandes explotaciones latifundistas se crean en nuestra población. Sin embargo, con el devenir de los años, se fueron vendiendo a los hacendados de estos territorios, lo que implicó que hubiera familias que pudieran disponer de una o varias porciones de tierra, llamados pedazos o rochos (de los que ya hablamos en alguna ocasión), que les sirvió como sustento.
Estos rochos y pedazos disponían de abundante piedra que debía ser retirada para poder ararse el campo. Esta piedra, amontonada en muchas ocasiones en la linde de los caminos o de los pedazos de tierra, dan lugar a divisiones o cercados. Grandes lindes delimitaban un terreno del otro. En otras ocasiones, ingentes cantidades de piedra formaban majanos que eran delimitados con hitos. Terrenos como "Los Corrales de la Tía Jacinta" o "Los Corrales de Santa Cruz" nos hacen idea de lo que estamos hablando. Estas corralizas se creaban utilizando la gran cantidad de piedra, con lo que se realizaban cercados que ayudaban a encerrar a los animales y reses.
Cubo Mangas, en las inmediaciones del paraje de la Casa don Pedro.
Este inicio derivó en la construcción de chozos y abrigos, construcciones rudimentarias las primeras, en las que se utilizaban ramas y palos usados como cobertizo.
Cubo Ventica, con su dintel en ángulo.
Por último, se utilizaron estas ingentes cantidades de piedra para construir los cubos. Más arriba hemos dicho que la necesidad del hombre incide en la construcción de este tipo de rudimentarias casas, abrigos o lugares de descanso. Antiguamente, la vida se hacía al "aire libre": los agricultores y ganaderos pasaban grandes cantidades de tiempo en el campo, y en muchas ocasiones, al hacérsele de noche, dormían en el propio pedazo o terreno. De hecho, aún en el pueblo, se podía ver en la puerta de la casa a la gente realizando labores en esparto, pleita, madera, etc... En ese momento, no se concebían los salones-comedores, propio de clases más pudientes, desarrollándose la vida en la cocina.
Por tanto, esa necesidad viene emparejada con un tipo de construcción que ya conocía el género humano desde la antigüedad. Así, siguiendo una línea esquemática, podemos hablar que esta técnica se ha transmitido de generación en generación, como podemos observar en este estudio de la arquitectura de piedra en seco como manifestación cultural.
Latécnicadelapiedraensecoutilizaunmaterialdefácilacceso,inagotable y susceptible deundesarrollosostenible. Estatécnicaesfrutodelacreatividad
ydela experimentacióndemillonesdepersonas,durantemuchasgeneraciones,desdehace milesdeaños.Elvirtuosismotécnicoqueexhibenmuchasconstrucciones esfrutode
unKnow-How,osaberhacer,cuyadisminuciónseríaunapérdidadifícildeevaluary unretrocesocultural.Ennuestrasociedadlatransmisióndelosconocimientos no debenquedaral albur,sinoquedebenserproyectados.
Cubo de María Galindo, con enlucido exterior e interior, para evitar el paso del frío.
La Asociación Cultural Az-Za-Farán de Minaya ha realizado un curioso e interesante itinerario por los cubos (llamados en Minaya cubillos) de, entre otros, nuestro término municipal. Ellos exponen claramente la técnica constructiva que apuntan de la siguiente forma.
La técnica constructiva no requiere grandes conocimientos de arquitectura, solamente grandes dosis de habilidad y paciencia. Partiendo de la forma circular de la base formada por losas embutidas en la tierra, se van colocando cuidadosamente más losas ayudándose con piedras pequeñas para que aquéllas queden perfectamente encajadas. Tras construir una pared vertical hasta cierta altura, poco a poco se va estrechando la circunferencia hasta llegar a la cúspide, donde se coloca una gran losa, cuyo peso comprime toda la estructura y permite que ésta se mantenga en pie. Algunos cubillos se encuentran enlucidos interior y/o exteriormente con una capa de barro o de mortero, pero no debemos pensar que se trata de un elemento de fijación de las losas, sino que su función es evitar el paso del viento.
Hay cubos, como el de María Galindo, que están enlucidos exterior e interiormente para evitar el paso del viento. Aún en la página de Facebook "Arquitectura de Piedra Seca", Francisco Javier Miralles García remata una fotografía que bien nos recuerda a nuestros propios cubos de la siguiente forma, describiendo la construcción en hilada, que termina de ofrecer la falsa bóveda, aunque él prefiere utilizar el término construcción de bóveda por avance de hileras:
Cubo Cosías, en el pinar llamado del Chavo.
Cuando las paredes de una caseta llegan a una altura suficiente para que pueda caminar una persona en su interior, se empieza la bóveda, que se construye con losas de gran tamaño, comenzando a volar ligeramente, de forma que cada hilera va avanzando unos pocos centímetros hacia el centro de la caseta, y así hasta alcanzar la altura máxima donde una piedra de mayores dimensiones se utiliza para cerrar totalmente la construcción.
Este tipo de bóvedas se le ha llamado también “falsa bóveda”. Pero creo que es más correcto decir “bóveda construida por avance de hileras”.
Dentro de nuestros cubos observamos diferentes elementos constructivos que bien podrían darnos unas pequeñas pinceladas para un posterior estudio y delimitación. Hablaremos de los dinteles. Curiosa forma tenían los antiguos de rematar las puertas de entrada de los cubos. En paseos por el campo, se pueden ver el típico dintel en horizontal con una piedra grande. En otros casos, el dintel se remata en "V" invertida con dos lajas grandes, lo que ayuda a entrar, dada la solución que proporciona altura. Pero también podemos observar diversas formas constructivas, aclaradas, entre otras referencias, por Álvaro Zaragozá
También hemos visto que en muchas de las composiciones se usa la denominada coraza o rocha, que forma parte del recubrimiento de dicho cubo, buscando que el propietario pudiera realizar sucesivas restauraciones en la parte alta del cubo. Muchos de los cubos que hemos observado en nuestros campos no están exentos de esa coraza o rocha, que ayuda a esta restauración. Esa construcción de los muros, con una sola hilada, que permitía al viento introducirse, y de varias hiladas, que daban solidez al conjunto, se complementaban con importantes elementos constructivos en el interior, tales como ventanas, pesebres, bancos adosados al muro, alacenas, chimeneas y fuegos (como el que podemos ver del cubo Mangas).
Es doloroso encontrarse con estos testigos vivos de nuestros ancestros, y no realizar rutas turísticas con ellos. Hace tiempo, en Casas de Haro, se organizó una ruta turística por el enclave de la Casa de don Pedro, La Ventica, y el Lentiscar, pero no se ha mantenido y, por desgracia, se perderá. No se editaron, por desgracia, materiales turísticos que nos hicieran descubrir lo misterioso y lo interesante de esta forma de construir. Iniciativas del exterior, como las que comenta Álvaro Zaragozá nos pueden dar una idea del interés que despiertan en otros lugares europeos. Él los denomina "museos al aire libre" y bien podrían constituirse como reclamo turístico en un pueblo como el nuestro.
Para concluir con este somero estudio sobre los cubos de Casas de Haro, vamos a hacerlo con las referencias importantísimas de este tipo de arquitectura en los congresos Nacionales de Albacete (2001) y las Jornadas Europeas de Tarragona (2002), donde se consigue una declaración institucional por parte de nuestra Comunidad Autónoma, entre otras; y también una proposición a la UNESCO para que se proteja y cuide de este patrimonio. El problema de este tipo de arquitectura es que termina en ruina; si no hay un importante apego por su reconstrucción, restauración y conservación, corremos el riesgo de perder cubos, entre otros, como el Cubo Blanco o el Cubo de Mediaoreja. Mención aparte refiere el cubo del Ahogado, de hasta 7 metros de altura y varias salas, derruido por los propietarios hace ya 30-40 años.
Cubo de Mediaoreja, estado actual y en 2007.
Cubo Blanes o Cubo Blanco, parcialmente destruido,
y que necesita restauración urgente.
En el 1º Congreso Nacional de Arquitectura Rural en Piedra Seca – Albacete” (2001), se consiguió que los Directores Generales de Patrimonio Histórico de las Comunidades Autónomas de Valencia, Canarias, Murcia y Castilla la Mancha, subscribieran la “ Declaración Institucional sobre Arquitectura de Piedra en Seco”, ésto era un gran avance. Los Gobiernos regionales de estas Comunidades Autónomas se comprometían a “Impulsar el desarrollo de la candidatura de la construcción tradicional de piedra en seco con objeto de su declaración como Patrimonio de la Humanidad”
En las Jornadas Europeas de Piedra Seca, celebradas en 2002 en Tarragona, se aprobó la Declaración de Tarragona en donde entre otros puntos se proponía a la UNESCO, a la Comisión Europea y al Consejo de Europa “la protección de las obras en piedra seca que presenten un estado óptimo de conservación en cada territorio, como monumentos históricos irrepetibles de altísimo valor medioambiental, cultural y social”.