Es complicado hablar del fenómeno de las quintas y de los quintos. En primer lugar, porque prácticamente todos nosotros hemos vivido en mayor o menor medida tal fenómeno; y por otro lado, porque en los tiempos que corren ha sido una tradición tan arraigada que sería difícil describirla con veracidad, puesto que cada uno tiene sus recuerdos sobre su quinta, su año. Todos los hombres de nuestro pueblo tendrán en la memoria la fecha mágica de su 18 cumpleaños, no sólo por cumplir su mayoría de edad, sino también porque antiguamente se celebraba una tradición que hoy en día se ha ido perdiendo. Nos referimos a los quintos.
Una quinta es un año de nacimiento. Y todos los nacidos durante ese año son quintos o quintas. De ahí que Casas de Haro celebre cuando llegan festividades señaladas comidas o cenas de quintos. Por tanto decir que Fulano es de la quinta de Petrano es decir que los dos nacieron el mismo año. También se suele saludar en ocasiones a la persona que nació en tu mismo año como "quinto" o "quinta".
Los quintos eran aquellos mozos que iban a ser alistados en el ejército. Y por tanto, celebraban una fiesta alrededor de estas fechas. Había dos momentos del año en que salían los quintos. En diciembre, ya sabiendo el destino al que se iban a realizar el servicio militar, que salían por navidades y que pedían para pagar los gastos del anterior enero (si lo había) y llevarse algo de dinero al destino que le habían encomendado y todos aquellos que iban a salir durante ese año, que también disfrutaban de una fiesta, pero que pagaban lo que consumían a escote o lo dejaban debiendo en comercios o bares hasta diciembre de ese año en curso.
Normalmente, siempre había uno de los quintos que era el capitán (por ejemplo, en el vecino pueblo de Benítez, Pascual Martínez Martínez en "Tradiciones y costumbres de Casas de Benítez", Excmo. Ayuntamiento de Casas de Benítez, 1996, cuenta que se le llamaba "maestro") que era el que iba dando órdenes a todos los demás quintos. También disponía de una correa para hacer cumplir sus órdenes. El capitán era el quinto mayor, el que había nacido primero del año. Luego estaba el benjamín de la cuadrilla, aquel que había nacido el último del año, que era el que hacía las cuentas. Antiguamente, se solía nombrar a uno de los quintos estudiantes. Su vestimenta era sencilla, todos ellos llevaban unas gorras militares que iban pasando de generación en generación y de año a año.
Esta costumbre tuvo raigambre en nuestro pueblo y la gente estaba acostumbrada a convivir con la juventud, llamada a quinta. Los quintos se reconocían por un típico sonido, el de la turuta, que no era otra cosa que una caracola grande de mar que hacían sonar por las calles. Antiguamente también manejaban un carro en el que iban recogiendo cualquier tipo de leña para conformar la hoguera de San Antón, en su plazuela. Por supuesto, era la hoguera mayor del pueblo, y cuando estaba en ascuas, era tradición que los mozos de la quinta la fueran saltando uno a uno, a veces obligados por los correazos del capitán.
La ermita de San Antón es prácticamente tan antigua como el pueblo mismo. San Antón siempre ha sido un santo muy arraigado en la cultura española, dado su carácter protector de los animales. Y como pueblo agrícola y creyente, todo el mundo tenía una especial devoción al santo. El día anterior a su festividad, los quintos de ese año realizaban una hoguera con gavillas de sarmientos, leña caída o robada en dicha plaza. También se tenía por costumbre invitar a las quintas -a las chicas que habían nacido en ese mismo año-, durante la celebración de San Antón, o los días anteriores.
No era extraño encontrar muchos vecinos que también hacían una pequeña luminaria en la puerta de sus casas, a modo de vecindad, en la que compartían patatas, buñuelos, vino, aguardiente y otro víveres para celebrar el santo. En estos tiempos, ninguna calle del pueblo estaba alquitranada y prácticamente era la única diversión en un pueblo en el que el tiempo no discurría a la velocidad que disfrutamos ahora. Antiguamente un chiquillo podía ver los montones de ceniza el día de San Antón en todas las calles del centro, cercanas a la ermita de San Antón.
Se tiene constancia en nuestro Ayuntamiento del reemplazo de las quintas. El 11 de abril de 1841 tenemos el primer testimonio escrito de reemplazo y de quintas. Se realizaba el sorteo en la casa del alcalde, por no disponer de salón de sesiones, ni de Ayuntamiento y se avisaba del sorteo con el repique de las campanas, que finalizaba cuando había sido realizado el sorteo. Pero la costumbre de celebrar los quintos durante la festividad de San Antón tendríamos que remontarla a principios del siglo XX, dado que los reemplazos de mozos y las quintas se realizaban cercano el día 17 de enero, que era el día en que se celebraba San Antón y normalmente los mozos ya sabían que iban a formar parte del actual reemplazo y, por tanto, dispuestos a cumplir con el servicio militar. Por ejemplo, el 11 de enero de 1903, el Ayuntamiento realiza el reemplazo de mozos que recibirán el servicio militar obligatorio.
Se trata de 13 personas que forman el reemplazo, sin embargo, seis de ellos han muerto, con lo cual 7 hombres son los que están alistados como quintos este año. El proceso de formación del alistamiento es el siguiente:
- Formación del alistamiento (Ayuntamiento, encargado del Registro Civil: Isidoro Perona Giménez y el Cura Párroco: Ramón V. Martínez.)
- Se alistan los mozos que vayan a cumplir 20 años desde el 1 de enero hasta el 31 de diciembre de 1903.
- La quinta para el reemplazo ordinario del ejército se forma conformando el Padrón y confrontando éste con el libro de bautismo, el registro civil y las listas de declaraciones de mozos.
- Esta quinta también la pueden formar personas entre 20-40 años, que no hayan sido incluidos en sorteos anteriores.
- Las copias aparecen fijadas “en los sitios de costumbre” durante 10 días.
Durante los años 90 del pasado siglo, ya a finales del siglo XX, se elimina el servicio militar obligatorio, la antigua "mili"; en unos casos sustituyéndola por trabajos a la comunidad (los llamados objetores de conciencia), y dejando fuera del reemplazo a estudiantes, etc... Esta tradición moría tras estar arraigada en nuestra población. Y como tal se fue uno de los momentos más esperados por los chicos jóvenes del pueblo, el momento en que abandonaban la juventud y volvían de la mili hechos unos hombres, dispuestos a casarse, a trabajar y a formar parte del tejido social de Casas de Haro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario