Mi nombre es Isidro de Merlo y Quintana. Vuesas mercedes quizá no me conozcan, puesto que nací hace muchos años en la villa y Real Corte de Madrid. Mi oficio es el de jornalero en las tierras del señor de Vargas. Mi mujer, María Toribia, me dio varios hijos y me ayudó en esta vida de oración y santa en Nuestro Señor, aunque sentí desde su más tierna infancia especial predilección por Iván, el pequeñico, o Illán, como ustedes lo conocerán. Mi vida fue la de ayudar al prójimo y el dedicarme a arar los campos. Después de casi 900 años, siguen venerándome en la Villa y Real Corte de Madrid, pero en todos los pueblos agrícolas, de aquesta, nuestra Nación, tienen una de mis muchas imágenes. Sepan ustedes que soy San Isidro Labrador, y protejo los campos y todo fruto agrícola que se precie. Estoy dispuesto a contarles lo que sucedió antaño, y haré un recorrido por mi humilde vida para su deleite y regocijo. En Casas de Haro tengo una imagen que sé de muy buena fuente veneran en la ermita de San Antón Abad, y también sé que todos los 15 de mayo, fecha de mi fallecimiento en el Señor, me sacan en procesión por sus campos. Por eso a este pueblo manchego, tengo predilección especial. Hogaño les contaré mi historia; sepan enmendar las faltas que en ella vieren, pero intentaré narrarles con esta pluma escogida ligeramente cómo fue mi vida y milagros.
San Isidro es el patrón de los campos en general, y de los labradores en particular. Desde antiguo se ha celebrado en nuestra población. Antiguamente, como ahora, se le sacaba en procesión por los campos. Sin embargo, en épocas antiguas, la imagen de San Isidro Labrador se encuentraba ubicada en la Iglesia de Santa María Magdalena.
Documentos del Socorro Rojo Internacional, de 1937, salvados del Archivo de Casas de Haro, nos hablan que el único lugar de culto que se salvó de los destrozos de la guerra fue la Ermita de San Antón. Y habría que entender que en esa ermita la única imagen que se halló fue la de San Antón.
Por tanto, la imagen de San Isidro se encontraba en la Iglesia del actual barrio de Abajo y servía al culto en su fecha onomástica, el 15 de mayo, fecha en que San Isidro murió a la no despreciable edad de 90 años, en 1130. Coincidía en el mes de las flores de mayo, y debemos imaginarnos lo emocionante que sería para los labradores encomendarse a su santo, ya sembradas las cosechas, ya podadas las vides. También es lógico imaginar que coincidiera las ofrendas a la Virgen con este santo tan particular en nuestro pueblo. Y es que nosotros somos amigos de las celebraciones, pero algo más espontáneas que las de los pueblos vecinos, que siempre han hecho fiesta la fecha.
Nació, según su biografía, en 1080, en el seno de una familia humilde,
poco antes de la reconquista de Madrid, en una casa situada donde en la actualidad se halla la calle de las Aguas. Quedó huérfano muy pronto, así que el joven Isidro se buscó el sustento con trabajos como el de pocero hasta que finalmente se empleó como labrador.
Casado con María Toribia, más adelante Santa María de la Cabeza, natural de Uceda, tuvo como dote una heredad en dicha población, lo que les obligó a trasladarse a dicho pueblo para trabajar su tierra. Su único hijo, Juan o Iván -llamado por algunos Illán-, lo tuvieron de vuelta a Madrid; a éste, su hijo, le pusieron tal nombre porque San Isidro llevaba los terrenos de un terrateniente llamado don Juan de Vargas. Su incesante aprecio a los pobres y a la vida de oración, le granjeó no pocas enemistades:
Labrador y carpintero de vida sencilla, marcada por una profunda fe y devoción a la Virgen, y espíritu caritativo. Todos los días, de madrugada, acudía a la iglesia de Santa María de la Concepción, hoy Catedral de la Almudena, y a la ermita de Santa María Magdalena, por la que tenía especial devoción. Por la tarde, repetía sus itinerarios marianos, lo que provocaba las críticas de algunos de sus compañeros, que le calumniaban por tener abandonado el trabajo. Además de esta vida de oración y este fervor por la Virgen, se consagró a los pobres, con la ayuda de su mujer, que compartía con él su amor por los más necesitados.
Su patrón, oídas estas críticas, se escondió tras unas zarzas para contemplar por sí mismo si era un holgazán como lo tachaban algunos, y se encontró con uno de sus prodigios más famosos. Mientras que San Isidro rezaba a la Virgen María, una pareja de ángeles guiaban la yunta de bueyes y araban los campos. Es tradicional representar a San Isidro con este milagro, y en nuestro pueblo, la imagen se compone de dos partes, colocándose a los pies los dos ángeles que llevaban a cabo este prodigio.
En otra ocasión, obró un milagro digno de su vida sencilla y honesta, como lo podemos leer a continuación:
Lo que ganaba como jornalero, Isidro lo distribuía en tres partes: una para el templo, otra para los pobres y otra para su familia (él, su esposa y su hijito). Y hasta para las avecillas tenía sus apartados. En pleno invierno cuando el suelo se cubría de nieve, Isidro esparcía granos de trigo por el camino para que las avecillas tuvieran con que alimentarse. Un día lo invitaron a un gran almuerzo. El se llevó a varios mendigos a que almorzaran también. El invitador le dijo disgustado que solamente le podía dar almuerzo a él y no para los otros. Isidro repartió su almuerzo entre los mendigos y alcanzó para todos y sobró.
Uno de los milagros más famosos de San Isidro, y del que todavía se encuentran evidencias en la madrileña plaza de San Andrés, hoy museo de la Villa, es el acontecido con su hijo que accidentalmente cayó a un pozo y por gracia de sus plegarias subió el agua y el niño ascendió sin ningún daño.
Un día mientras ellos corrían por el campo, dejaron al niñito junto a un profundo pozo de sacar agua y en un movimiento brusco del chiquitín, la canasta donde estaba dio vuelta y cayó dentro del hoyo. Alcanzaron a ver esto los dos esposos y corrieron junto al pozo, pero este era muy profundo y no había cómo rescatar al hijo. Entonces se arrodillaron a rezar con toda fe y las aguas de aquel aljibe fueron subiendo y apareció la canasta con el niño y a este no le había sucedido ningún mal. No se cansaron nunca de dar gracias a Dios por tan admirable prodigio.
Es patrono de Madrid, y sus restos se hallan en la Real Colegiata de San Isidro, en la madrileña calle de Toledo. Sus restos están incorruptos. Según podemos leer en este enlace, sus numerosos prodigios han hecho que las gentes de Madrid le hayan tomado un cariño especial a este santo de los agricultores. En 2022, con motivo del cuarto centenario de su canonización, se expondrán sus restos al culto, y podremos volver a verlos.
De San Isidro tenemos miles de refranes y frases hechas; dado que su festividad coincide con la mitad del mes de mayo, podemos relacionar los siguientes:
"Por San Isidro Labrador, se va el frío y viene el Sol".
"San Isidro Labrador se lleva la lluvia y trae el Sol".
"Si se desigualó el sembrado, por San Isidro está igualado".O incluso, con interesantes reflexiones sobre su vida y el poema que le dedicó don Félix Lope de Vega, también podemos ver en algún otro sitio, el siguiente:
"Por San Isidro Labrador, la cosecha tiene color".
Concluyamos observando que la vida del santo ha sido muy utilizada en la literatura, pintura y cine, no sólo porque Félix Lope de Vega, adaptado posteriormente por Salvador María Granés, escribiera en el siglo XVI "la vida y milagros de San Isidro Labrador", para el teatro de comedias; o porque en 1963, el director Rafael J. Salvia dirigiera "Isidro, el Labrador", con notable éxito para la época, sino porque pintores de todas las épocas lo han representado, aunque nos quedaremos con el comentario que se realiza sobre un óleo sobre tabla:
preciosa entrada amigo. San Isidro es uno de esos santos entrañables y domésticos, que parte el mes de mayo y sale entre amapolas y espigas a bendecir los campos de nuestra tierra. Sigue así, dándonos a conocer las cosas de tu pueblo, porque lo haces de una manera estupenda. Que pases buen día ¡Viva San Isidro Labrador!
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