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jueves, 11 de abril de 2013

PALABRAS DE CASAS DE HARO: EL ORAJE

Como lo más lógico cuando nos referimos a expresiones propias de nuestro pueblo, debemos consultar en la RAE para determinar el significado de esta palabra utilizada por nuestros ancestros. El oraje es "el estado del tiempo, temperatura, etc.". Es decir, si hacía buen oraje es que hacía muy buena temperatura y buen tiempo en general. Al contrario, si hacía mal oraje, hacía muy mal tiempo: viento, lluvia, pedrisco, etc...

En el libro de José María Torres Belmonte, "El habla de los pueblos turolenses de la Comarca Guda", se habla del oraje como estado del tiempo o temperatura, incluso refiriéndose al desusado por la RAE, tempestad. Se habla del "mal oraje porque hace un tiempo frío y desagradable".

En el libro "A propio Riesgo" de Francisco Navarro Navarro, también se habla del oraje:


En esta tierra de dios al tiempo atmosférico se le llama oraje. Los petulantes locales se cachondean del empleo de ese sustantivo, y de tantos otros, pues lo consideran algún localismo mal pronunciado e inexistente. Equivocadamente, pues la palabra aparece en el diccionario. Pero claro, los petulantes no consultan volúmenes, se fían de su olfato.
La gente del campo ha entendido casi siempre del clima, siglos de observación empírica les ha llevado a poder predecir, observando unas cuantas señales, el tiempo del día siguiente, de la semana próxima, o de todo el año.


Recordemos que para nuestros antepasados toda la vida giraba entorno al campo y a las labores agrícolas. Por tanto, debemos entender que el oraje hace referencia al tiempo en general, y al estado de las temperaturas en particular. Evidentemente, nuestros mayores tenían muy buena intuición, que todavía conservan los agricultores de hoy en día para que con un vistazo al cielo, conozcan completamente qué tiempo va a hacer durante el día.



Siguiendo a Joaquín López Barrera en su obra Estudios de semántica regional: arcaismos y barbarismos de la provincia de Cuenca, de 1905, no se circunscribe a un término general, sino concreto. Habla de la riqueza del lenguaje en el sentido que podemos determinar con una palabra lo que sentimos o buscamos. De la misma manera que tiempo es genérico, y oraje, particularmente, hace referencia al tiempo en ese determinado momento, lo compara a la palabra árbol, más genérica, y a pino, chopo, ciruelo en particular.

En ese sentido hace una apología del uso de orage (del latín auragium, que viene de aura, tiempo), y su versión romance de orage u oraje, para referirse a la idea general de tiempo (más arriba hablábamos del buen o mal orage) para referirnos al tiempo en particular que hace en un determinado momento y lugar. También defiende la descendencia de esa palabra del latín, como tronco común, y no del francés orage (que significa viento)

Ya Gonzalo de Berceo, padre de nuestra lengua española, en los Milagros de Nuestra Señora, en el siglo X. habla del orage bueno:
Ovieron vientos bonos luego de la entrada,
oraje muy sabroso, toda la mar pagada.
Y también lo hace, refiriéndose al mar oraje, en el Libro de Alexandre:
Cambiassel oraje, ensañase la mar,
compeçaron las ondas á premer é alçar.



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