Pedazos de nuestro pueblo, pedazos de nosotros mismos. Adéntrate en este blog y descubre trocitos singulares de nuestro presente y de nuestros antepasados. Espero que te guste y espero tus comentarios al final de los artículos.

domingo, 21 de abril de 2013

PALABRAS DE CASAS DE HARO: EL ROCHO

Cuando nos referimos a un pequeño terreno irregular en el campo, nos podemos referir al rocho. Sin embargo, un terreno regular en el campo es un pedazo -o piazo-. Otros topónimos usados en Casas de Haro pueden ser bancal, para referirnos a una parcela de terreno en el huerto donde se plantan las semillas, o erial -era-, que es un solar sin edificar y donde se trillaba. Adentrémonos en cómo los antiguos utilizaban las palabras para referirse a los lugares en el campo.


En el lenguaje más propio de la agricultura, un rocho es una superficie de terreno irregular, muy difícil de medir, de muy poca extensión que se le ganaba al monte bajo o a los pinares, muy desarrollados en nuestro término municipal.

Ya Joaquín López Barrera, en 1905, en su Estudio de Barbarismos de la Provincia de Cuenca, nos habla de este término, para referirse a él de la forma siguiente:
Sirve para indicar un terreno montuoso que se ha roturado para el cultivo. Los rochos son esos pedazos de tierra labrada que vemos en las laderas de los montes, rodeados de carrascales y pedruscos, principalmente en comarcas pobres.


En una mentalidad histórica propia del campo, nuestro pueblo pertenecía desde su fundación a San Clemente. Y si nos retrotraemos al año 1500, ya existen documentos interesantísimos que nos ofrecen unas reseñas para delimitar esta palabra. En ese entonces se nombra la dehesa de Villapardillo, dependiente de la hacienda real, y que muchos campesinos y ganaderos transhumantes utilizaban para dar de comer al ganado y sacar leña de ella.

También aparece reflejado un paraje llamado Hoya de la Puerca -que por delimitación geográfica- nos aventuramos a decir que era lo que hoy nos sirve como Hoya del Agua. 

Y, por último, haremos también referencia al paraje denominado Reil: lo que ahora nos sirve como Reilo.

Estos parajes eran en su mayoría arbóreos, repletos de encinares, pinos y monte bajo -de 5ª o 6ª categoría- y se utilizaban como forma de sustento para muchas familias dedicadas al ganado o al tráfico de leña, que vendían en los pueblos vecinos.

Conforme va pasando el tiempo, aquellos montes se van talando. Mucho ha pasado ya del siglo XIX en que comienzan a perderse esos montes que copaban nuestro término municipal. Los más antiguos del lugar recuerdan que la Plaza de Castilla -en la que existía un pozo y abrevadero para el ganado-, estaba rodeada ampliamente por pinares y montes, y que muchas noches oscuras se dejaban ver lobos que venían a beber.

Los habitantes, con los diversos avances tecnológicos, comienzan a roturar aquellas tierras inservibles y a ganarle terreno al monte. En un primer momento, se plantaba zumaque, cereal, olivas y viñas agrestes que producían un vino de 2ª o 3ª calidad -visto en documentos de 1889- que dedicaban casi en su totalidad a consumo propio y a una fábrica de aguardiente que a finales del siglo XIX servía como vía de creación de riqueza. También se plantaban frutales, como ciruelos, melocotoneros, higueras, etc... 


Este terreno ganado a los montes y pinares era muy irregular, de ahí su nombre quizá un tanto peiorativo y vulgar: rocho. Este nombre arcaico se ha ido conservando para referirse a los pedazos de tierra irregulares y, en su mayoría, poco productivos que nuestros ancestros ganaban a los montes a fuerza de roturar las tierras con las mulas.
En Galicia también se utiliza la palabra rocho para referirse a un pedazo pequeño de terreno, dedicado en su mayoría al autoabastecimiento. Por tanto, si nos referimos a una propiedad de terreno en el campo cuyas características son su pequeño tamaño y lo irregular que es, hablaremos de un rocho. Sin embargo, si el terreno es regular y ya con una extensión considerable, hablaremos de pedazo -o piazo-.

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